El primer día que el Turco vio el
mar
La Reina de Inglaterra llegó envuelta
en una nube de polvo amarillo. El Turco, sin camisa y con la barriga al
aire espanta una mosca gorda, verde brillante, con el mismo brillo que
suele tener la mala conciencia de las buenas gentes.
El Turco ve desde el mostrador de su
almacén de víveres y abarrotes, como del bus, se baja una tropa de
paisanos con sus bártulos y ve también como amontonan los chécheres,
mientras llegan los que guían las mulas que tiran de las carretas para
transportarlas. El Turco, no vio el resto de lo que pasó frente a su
almacén porque tuvo que atender a la joven que pidió no sé que vaina
desde el mostrador y lo hizo con acento de canadiense del lado francés.
Fue por esta razón y no por otra, que El Turco no pudo ver al grupo de
personas que trajo La Reina de Inglaterra y que fueron los que bajaron
los trípodes, las cámaras, el set, los extras, la muchacha, el muchacho,
el malo, el hombre del caballo, el aviso de la sastrería, el vestuario
de La Beata, la chistera y el sombrero de copa del Padre de La Niña, la
falda de flores chillonas de La Holandesa, la intriga, la inquina, las
bebidas hidratantes y el mar.
-Instala la cámara número tres- dijo
el director de la superproducción en blanco y negro
-Haremos tomas en ángulo obtuso-
continuó el director
-Fija el foco sobre la caparazón del
cangrejo- dijo el productor de las bebidas hidratantes
-La próxima secuencia no tiene
continuación- dijo la primera voz
-¿Quieres el mar a la izquierda o a la
derecha?- gritó la segunda voz
-Córrelo un poco más hacía el centro!-
dijo la tercera voz
-Ten cuidado con la ballena y con los
cardúmenes!- gritaron la cuarta y la quinta voz
- Al mover el mar- dijo el director-
cuiden que un tiburón no salte y corra detrás de las buenas gentes que
caminan por la calle- terminó de decir el director, mientras un caldo
espeso de grasa resbalaba por su pescuezo empapándole el cuello de olán
de su camisa de holanda.
El Turco se rascó la barriga y espantó
una mosca peluda y gorda que caminaba sobre su barriga redonda, y
extasiado, contempló desde el mostrador del almacén los barcos, las
ballenas y las bañistas gigantescas de cabezas diminutas que tomaban
agua de coco con pitillo, todas nadando sobre las aguas brillantes y
azul marino del mar que trajo a Corazón La Reina de Inglaterra.
Las gaviotas volaban en círculos y los
cangrejos rosados caminaban pa´lante y pa´trás.
-Nojoda! El Mar- gritó El Turco y
aplastó de un manotazo la mosca gorda brillante y peluda sobre su
barriga.
París
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- La Comuna Hermandad del Silencio